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Entrevista a Claudio Mutti

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“Letteratura – Tradizione” n. 43 (diciembre de 2008)

1) Después de este primer ciclo de intensa actividad de la revista “Eurasia”, que ha supuesto también el que se produzca un ambiente de referencia conectado que ha intervenido con valentía sobre muchas cuestiones e iniciativas referentes a la identidad, la libertad, la independencia, ¿cómo juzgas el estado actual de vuestro trabajo?

Muy positivo. Desde 2004 “Eurasia. Revista de Estudios Geopolíticos” proporciona, con periodicidad trimestral, análisis dirigidos a comprender las doctrinas y las praxis geopolíticas de los actores internacionales hegemónicos, diseñando posibles escenarios alternativos centrados en la idea de la soberanía. La adopción de los criterios interpretativos geopolíticos ha servido, ante todo, para salir de las jaulas ideológicas del siglo XX, que se han revelado funcionales al dominio imperialista; así, se ha formado en torno a la revista una vasta red de cualificados colaboradores procedentes de diversas experiencias culturales, que han advertido la exigencia de sustituir los viejos y obsoletos mapas conceptuales por instrumentos analíticos adecuados a la situación histórica que ha seguido al terremoto de 1989-1991. Por cuanto respecta, en particular, a las actividades patrocinadas por “Eurasia” y por el Coordinamento Progetto Eurasia (Coordinadora Proyecto Eurasia), recordaré que en 2007-2008 se han puesto en marcha los Seminarios de “Eurasia”, que proseguirán en el próximo mes de septiembre con una jornada de estudios sobre la relación entre la fragmentación política del planeta y los intereses hegemónicos de los EEUU.

2) En extrema síntesis, las fronteras potenciales de una comunidad eurasiática.

Si tenemos que aplicar un criterio geográfico riguroso y coherente, los confines naturales del continente eurasiático están marcados por los mares y los océanos que lo rodean: el Ártico, el Pacífico, el Índico y el Atlántico. Desde un punto de vista cultural, más allá de las variedades de las formas, existe una esencial unidad eurasiática que ha sido captada por estudiosos como Marcel Mauss, según el cual “de Corea a Bretaña existe una única historia, la del continente eurasiático”; o como Mircea Eliade, que afirmaba la “unidad fundamental no sólo de Europa sino de toda la ecúmene que se extiende de Portugal a China y de Escandinavia a Ceilán”; o como Giuseppe Tucci, que resumía tal concepto diciendo: “Yo no hablo nunca de Europa y de Asia, sino de Eurasia”.

En el marco de un proyecto geopolítico, la unidad eurasiática puede ser pensada como una alianza continental de los grandes espacios políticos en los que el continente se articula: el espacio ruso, el extremo-oriental, el indio, el islámico, el europeo. Algunos de estos grandes espacios ya están ahora reunidos en torno a un sujeto político soberano (es el caso de Rusia y de la Comunidad de Estados Independientes), mientras otros (el haz islámico, Europa) están todavía privados, completamente o en parte, de unidad y de soberanía política y militar.


3) ¿Cuál es la relación que hay entre una dimensión que se nutre de elementos interiores tomados de mil sugestiones espirituales, gnósticas, esotéricas y las elecciones confesionales?

Personalmente estoy convencido de que la pertenencia a una confesión concreta constituye la condición preliminar para poder acceder a una dimensión espiritual más profunda. Como argumentaba Guénon, lo más (el esoterismo) debe necesariamente comprender lo menos (el exoterismo, religioso o de otro tipo).

Si la cuestión que se me plantea se refiere a la humanidad del continente eurasiático, puedo sólo constatar que cada una de las grandes áreas tradicionales de Eurasia nos presenta de manera evidente el carácter complementario de estas dos realidades, equiparables al centro y a la circunferencia de un mismo círculo. Sólo hay que pensar en la relación existente entre misterios y religión de la polis de la antigüedad griega, en la relación entre Taoísmo y Confucianismo en el área extremo-oriental, en la que hay entre conocimiento puro y ley sacra en el Islam, entre práctica religiosa y hesicasmo en la Ortodoxia, etc.

Eurasia posee todavía hoy un tesoro de doctrina en condiciones de proporcionar a los pueblos que la habitan los medios necesarios para la realización espiritual.


4) En una perspectiva eurasiática, como la que proponéis, ¿cuál debería ser la justa relación entre la dimensión estatal y la religiosa? ¿Y cuál la relación interreligiosa?

Por cuanto respecta a la primera cuestión, sería estúpido e irrealista pretender que tenga que existir un solo y único modelo válido para todos los grandes espacios en los que se articula el continente eurasiático. Si en el área musulmana de Eurasia la solución justa y normal del problema es la conforme con la tradición islámica, que concibe la relación entre religión y política en los términos de una indisoluble unidad, una solución análoga no es ciertamente posible contemplarla para Europa. Por otro lado, la propia India es ya una consolidada “república secular”, que ha sustituido las leyes de la tradición hindú por un sistema político y jurídico de matriz occidental.

En cuanto a la relación interreligiosa, es, ante todo, necesario devolver al remitente del otro lado del Océano y a sus portavoces que se encuentran entre nosotros la tesis criminal del “choque de civilizaciones”, del cual ya hemos tenido una muestra en la ex Yugoslavia, donde las posiciones que se enfrentaban se reconocían en tres confesiones distintas. A la tesis occidentalista del choque de civilizaciones, que preconiza la explosión de una conflictividad violenta entre las grandes familias tradicionales de Eurasia (Catolicismo contra Ortodoxia, Cristianismo contra Islam, Islam contra Hinduismo, etc.) hay que contraponer la idea de la solidaridad entre las civilizaciones eurasiáticas. Y esto no en nombre de un diálogo inconcluyente o de un sincretismo confusionista, sino de acuerdo con el espíritu de la que ha sido llamada “unidad esencial de las formas tradicionales”: los cinco dedos de la única mano, por citar la célebre metáfora de Gengis Khan.


5) Tu personal recorrido espiritual, intelectual y político ¿lo podrías juzgar como paradigmático? El paradigma, ciertamente, no agota las problemáticas pero, siendo una vía innegablemente recorrida, ayuda a comprender. En caso de respuesta afirmativa o negativa, ¿por qué?

“Paradigma” es una palabra demasiado grande, si pienso que quien es considerado paràdeigma en la Apología platónica es Sócrates: un paràdeigma del cual el dios se ha servido para indicar como sapientísimo a quien – el propio Sócrates- se ha dado cuenta de que su saber individual no vale nada. ¿Cómo podría juzgar como paradigmático un recorrido personal que está muy lejos de haber desembocado en tal conciencia?


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